Marcel Rieder |
Cuando era chica me encantaba armar
el árbol de navidad ¿y a quién no? Una vez fui regañada por una de mis tías
que me dijo que en Navidad lo que importaba era el niño Jesús, no el árbol que no
tenía nada de católico. Me llamó la atención su comentario, pero seguí
con la mía. Sin embargo, algo de cierto había…
Todos sabemos que en la religión
católica se manejaba el sincretismo. ¿Qué quiere decir esto? En pocas palabras, que tendían a unificar otras creencias para sumar fieles. Una de ellas son las pascuas con el
famoso conejo y sus huevos, antiguo legado de Ostara (mitología germana). Lo
mismo sucede con la fecha de Navidad, el Solsticio de Invierno, donde se
iluminaban los árboles de hojas perenes (que no se caen en otoño) para pasar
las noches más largas del invierno boreal, lo que finalizaba la noche del 25 para el
26 con el triunfo de sol y el dios Frey.
El árbol de hoja perene se elegía porque era el que aún tenía hojas o pinos para representar al fresno Yggdrasil, que significa “caballo de Odín” (Wotan para los alemanes), en referencia a que
este dios podía recorrer los nueve mundos del universo que se encontraban en
él.
De hecho, en lo que actualmente es Alemania, había un gran fresno, que simbolizaba a Yggdrasil, por lo que era adorado, pero fue
talado, a pesar de la gran oposición, por el evangelizador San Bonifacio; en su lugar se plantó un
pino. También se produjo un cambio de sentido en la decoración. Este árbol tenía adornos y colores, como las manzanas en honor a Idunn, las cuales les otorgaban la inmortalidad a los
dioses; San Bonifacio las dejó como recuerdo del pecado original.
Como vemos, no era muy complicado
el sincretismo en algunos aspectos, ya que fácilmente podían asociar el triunfo
de la luz solar con el nacimiento de Cristo y la resurrección. Aun así, no
fueron procesos sencillos; inclusive entrado el siglo XX, en Escandinavia quemaban iglesias por considerarla una religión
invasora.
Más allá de la creencia de cada
uno, los solsticios siempre fueron venerados y festejados en casi
todas las culturas. Vivimos en un mundo donde
sólo importa lo material, más de lo que creemos. Por eso, en estas Fiestas, en vez de amargarse
por lo que no hicieron en el año, disfruten de las experiencias adquiridas,
miren un poco atrás y verán que no todo fue tan malo; en todo caso que sirva
para aprender a estar más atentos en disfrutar del presente, sin importar si
alguien te agredió, o lo que hizo el gobierno de turno o el monto de la boleta de gas. ¿Cuántas veces en
el año disfrutaron de un buen mate con familiares o amigos?
Amíguense con las Fiestas, aprendan
de esas tradiciones de renovación que seguían nuestros ancestros.
Melanie Köhle
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