miércoles, 12 de diciembre de 2018

El origen pagano del árbol de Navidad

Marcel Rieder
Cuando era chica me encantaba armar el árbol de navidad ¿y a quién no? Una vez fui regañada por una de mis tías que me dijo que en Navidad lo que importaba era el niño Jesús, no el árbol que no tenía nada de católico. Me llamó la atención su comentario, pero seguí con la mía. Sin embargo, algo de cierto había…
Todos sabemos que en la religión católica se manejaba el sincretismo. ¿Qué quiere decir esto? En pocas palabras, que tendían a unificar otras creencias para sumar fieles. Una de ellas son las pascuas con el famoso conejo y sus huevos, antiguo legado de Ostara (mitología germana). Lo mismo sucede con la fecha de Navidad, el Solsticio de Invierno, donde se iluminaban los árboles de hojas perenes (que no se caen en otoño) para pasar las noches más largas del invierno boreal, lo que finalizaba la noche del 25 para el 26 con el triunfo de sol y el dios Frey.
El árbol de hoja perene se elegía porque era el que aún tenía hojas o pinos para representar al fresno Yggdrasil, que significa “caballo de Odín” (Wotan para los alemanes), en referencia a que este dios podía recorrer los nueve mundos del universo que se encontraban en él.
De hecho, en lo que actualmente es Alemania, había un gran fresno, que simbolizaba a Yggdrasil, por lo que era adorado, pero fue talado, a pesar de la gran oposición, por el evangelizador San Bonifacio; en su lugar se plantó un pino. También se produjo un cambio de sentido en la decoración. Este árbol tenía adornos y colores, como las manzanas en honor a Idunn, las cuales les otorgaban la inmortalidad a los dioses; San Bonifacio las dejó como recuerdo del pecado original.
Como vemos, no era muy complicado el sincretismo en algunos aspectos, ya que fácilmente podían asociar el triunfo de la luz solar con el nacimiento de Cristo y la resurrección. Aun así, no fueron procesos sencillos; inclusive entrado el siglo XX, en Escandinavia quemaban iglesias por considerarla una religión invasora.
Más allá de la creencia de cada uno, los solsticios siempre fueron venerados y festejados en casi todas las culturas. Vivimos en un mundo donde sólo importa lo material, más de lo que creemos. Por eso, en estas Fiestas, en vez de amargarse por lo que no hicieron en el año, disfruten de las experiencias adquiridas, miren un poco atrás y verán que no todo fue tan malo; en todo caso que sirva para aprender a estar más atentos en disfrutar del presente, sin importar si alguien te agredió, o lo que hizo el gobierno de turno o el monto de la boleta de gas. ¿Cuántas veces en el año disfrutaron de un buen mate con familiares o amigos?
Amíguense con las Fiestas, aprendan de esas tradiciones de renovación que seguían nuestros ancestros.

Melanie Köhle


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