jueves, 27 de diciembre de 2018

Valentina Varas y su Weltanschauung poética (su cosmovisión)

No puedo hablar de forma imparcial al presentar los libros de Valentina Varas. Hace unos años atrás fue alumna mía y siempre supe que iba a leer algún texto suyo en el futuro. En ese momento llevaba adelante su blog yourhummingbird.blogspot.com. Ahora ya tiene una renovada página valentinavaras.com, donde actualiza su "diario / blog / no sé"; también podés encontrar algunos de sus poemas e incluso tenés la posibilidad de comprar sus libros publicados.
Su primer libro de poemas se llama La velocidad de una fiesta, publicado en 2016. La rapidez marca el ritmo de las imágenes y van mostrando, como flashes, situaciones de la vida moderna desde una mirada juvenil. La tecnología aparece como un acompañamiento a las emociones de amor, de desprendimiento, de interés o de lo cotidiano. Se trata de poemas de amor; sin embargo, el objeto amoroso es una imprecisión; se lo desdibuja a través de lo que hace o dice, incluso de los sentimientos que genera y la velocidad del amor lo difumina. 
Volcán mantiene la voz poética que se imprime en el primer volumen y se expande a otras formas. Sobresalen los haikus y poemas breves, como eslabones que surcan el texto o como postas. La temática deja a un lado al otro para centrarse más en el yo que vivencia las experiencias. El lector siente que se ha convertido en un voyerista y disfruta de las metáforas que describen la vida de una joven en una ciudad con sus luces y sus decadencias.
Tiene un estilo fresco, donde la sintaxis se acopla sin nexos para generar un quiebre en la fluidez de la lectura, o bien, para marcar la agilidad de las sensaciones. Palabras fuertes se asocian a términos más etéreos o a otros más formales para envolver al lector en la incertidumbre de los sentimientos. Es un poema que se convierte en prosa y cada tanto vuelve al verso en verso.
Son libros que te llevan a leer sin parar. Sin embargo, mi consejo es volver a la lectura para detener la mirada en cada poema y dejarse llevar por las palabras.
Libro La velocidad de una fiesta



 


miércoles, 12 de diciembre de 2018

El origen pagano del árbol de Navidad

Marcel Rieder
Cuando era chica me encantaba armar el árbol de navidad ¿y a quién no? Una vez fui regañada por una de mis tías que me dijo que en Navidad lo que importaba era el niño Jesús, no el árbol que no tenía nada de católico. Me llamó la atención su comentario, pero seguí con la mía. Sin embargo, algo de cierto había…
Todos sabemos que en la religión católica se manejaba el sincretismo. ¿Qué quiere decir esto? En pocas palabras, que tendían a unificar otras creencias para sumar fieles. Una de ellas son las pascuas con el famoso conejo y sus huevos, antiguo legado de Ostara (mitología germana). Lo mismo sucede con la fecha de Navidad, el Solsticio de Invierno, donde se iluminaban los árboles de hojas perenes (que no se caen en otoño) para pasar las noches más largas del invierno boreal, lo que finalizaba la noche del 25 para el 26 con el triunfo de sol y el dios Frey.
El árbol de hoja perene se elegía porque era el que aún tenía hojas o pinos para representar al fresno Yggdrasil, que significa “caballo de Odín” (Wotan para los alemanes), en referencia a que este dios podía recorrer los nueve mundos del universo que se encontraban en él.
De hecho, en lo que actualmente es Alemania, había un gran fresno, que simbolizaba a Yggdrasil, por lo que era adorado, pero fue talado, a pesar de la gran oposición, por el evangelizador San Bonifacio; en su lugar se plantó un pino. También se produjo un cambio de sentido en la decoración. Este árbol tenía adornos y colores, como las manzanas en honor a Idunn, las cuales les otorgaban la inmortalidad a los dioses; San Bonifacio las dejó como recuerdo del pecado original.
Como vemos, no era muy complicado el sincretismo en algunos aspectos, ya que fácilmente podían asociar el triunfo de la luz solar con el nacimiento de Cristo y la resurrección. Aun así, no fueron procesos sencillos; inclusive entrado el siglo XX, en Escandinavia quemaban iglesias por considerarla una religión invasora.
Más allá de la creencia de cada uno, los solsticios siempre fueron venerados y festejados en casi todas las culturas. Vivimos en un mundo donde sólo importa lo material, más de lo que creemos. Por eso, en estas Fiestas, en vez de amargarse por lo que no hicieron en el año, disfruten de las experiencias adquiridas, miren un poco atrás y verán que no todo fue tan malo; en todo caso que sirva para aprender a estar más atentos en disfrutar del presente, sin importar si alguien te agredió, o lo que hizo el gobierno de turno o el monto de la boleta de gas. ¿Cuántas veces en el año disfrutaron de un buen mate con familiares o amigos?
Amíguense con las Fiestas, aprendan de esas tradiciones de renovación que seguían nuestros ancestros.

Melanie Köhle