No sé dibujar o no sé ver.
No sé pintar o no sé observar.
Algunos más, otros menos, saben dibujar. La mayoría empieza por monigotes y otros continúan por más.
Todos podemos recordar cuando estábamos en jardín de infantes o en la primaria. Dibujábamos y nos gustaba hacerlo, aun haciéndolo mal. Disfrutábamos de las formas y los colores, y la mirada del otro no importaba tanto, sino nuestro propio logro y juego.
Poco a poco lo racional fue tomando control del total de nuestro cerebro; fuimos perdiendo el interés y la habilidad por esos placeres. También las calificaciones de terceros fueron tomando importancia en nuestras vidas.
Cuando había decidido tomar clases de arte, en los primeros años de la facultad, comencé por dibujo por intuición aunque me llamara más la atención la pintura. En ese entonces cayó en mis manos un libro titulado Aprender a dibujar con el lado derecho del cerebro de Betty Edwards.
En este libro encontré la información de que la capacidad de dibujar se aloja en el lado derecho del cerebro, pero que normalmente usábamos el izquierdo, el lógico y racional. Menciona que todos poseemos la capacidad de dibujar, sólo que no estamos acostumbrados a emplear esa zona del cerebro. El punto radica en saber ver y no en la capacidad de la mano para realizar un trazo. Por ejemplo, no es lo mismo el logo de un ojo que un ojo con sus luces, sombras y perspectivas.
Con el color pasa algo similar. Por ahí creemos que la hoja del árbol es verde, pero a la hora de pintarla, la luz del sol, la sombra de otra hoja, el reflejo de otro objeto pueden cambiar totalmente lo que creemos ver como color verde.
Por ahí exista un talentoso artista dentro suyo y no lo sabe, o simplemente puede disfrutar de una actividad placentera, como cuando éramos niños.
No sé pintar o no sé observar.
Algunos más, otros menos, saben dibujar. La mayoría empieza por monigotes y otros continúan por más.
Todos podemos recordar cuando estábamos en jardín de infantes o en la primaria. Dibujábamos y nos gustaba hacerlo, aun haciéndolo mal. Disfrutábamos de las formas y los colores, y la mirada del otro no importaba tanto, sino nuestro propio logro y juego.
Poco a poco lo racional fue tomando control del total de nuestro cerebro; fuimos perdiendo el interés y la habilidad por esos placeres. También las calificaciones de terceros fueron tomando importancia en nuestras vidas.
Cuando había decidido tomar clases de arte, en los primeros años de la facultad, comencé por dibujo por intuición aunque me llamara más la atención la pintura. En ese entonces cayó en mis manos un libro titulado Aprender a dibujar con el lado derecho del cerebro de Betty Edwards.
En este libro encontré la información de que la capacidad de dibujar se aloja en el lado derecho del cerebro, pero que normalmente usábamos el izquierdo, el lógico y racional. Menciona que todos poseemos la capacidad de dibujar, sólo que no estamos acostumbrados a emplear esa zona del cerebro. El punto radica en saber ver y no en la capacidad de la mano para realizar un trazo. Por ejemplo, no es lo mismo el logo de un ojo que un ojo con sus luces, sombras y perspectivas.
Con el color pasa algo similar. Por ahí creemos que la hoja del árbol es verde, pero a la hora de pintarla, la luz del sol, la sombra de otra hoja, el reflejo de otro objeto pueden cambiar totalmente lo que creemos ver como color verde.
Por ahí exista un talentoso artista dentro suyo y no lo sabe, o simplemente puede disfrutar de una actividad placentera, como cuando éramos niños.
Melanie Köhle
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