Lourdes Ramognino tiene 21 años y es estudiante de Psicología. Desde que nació vive en Villa Ballester en una casa con sesenta años de antigüedad, de la cual disfrutaron varias generaciones de su familia. Concurrió a un importante colegio de la zona, el Hölters Schule.
Escribe cuentos y poemas desde los 12 años. Su narrativa tiene un dinamismo que nos va llevando renglón por renglón para presentarnos situaciones cotidianas con una mirada particular.
Los invito a visitar su blog: La máquina de escribir, título que juega con la referencia al objeto y al mismo sujeto que es impulsado a escribir.
“Calavera no chilla”
“Qué linda que estás” me dice Manuel, dándome un beso en la mejilla. Se empilchó muy bien. Tomamos asiento en ese lujoso restaurante. “¡Qué contento me puse cuando aceptaste mi invitación!” Lucía, culpo a Lucía.
Manuel habla de él. Hoy en día todos hablan de sí mismos con devoción. Se ve que se aman mucho… Pero prefiero que sea él quien abra la boca y yo quien escuche. Mejor así. Para hablar a rolete tengo mi trabajo. Ahí no me interrumpe nadie nunca. Tengo un poder que ni los sindicalistas tienen. “¿Y a qué te dedicás?” pregunta Manuel cambiando de pose. “Soy maquilladora” atino a contestar. “Qué interesante, muy social, ¿no?” “No tanto como la gente cree… Pero contame de vos, ¿cuál es tu comida favorita?” Manuel se sorprende un poco por el vuelco del tema pero encantado vuelve a hablar de sí mismo. Milanesa a la napolitana con papas fritas, ¡qué predecible! Oscar sí que no fue predecible. Oscarcito, con esas cejas más pobladas que China. Mirá que quedó pituco.
Manuel se aclara la garganta y vuelvo al espacio-tiempo en el que me encuentro. Miro el plato y veo que no comí nada. Empiezo a devorar. “Me interesa saber más sobre tu trabajo. Debe ser muy divertido” vuelve al tema él. Parece Mirtha Legrand, porque me pide que hable cuando estoy hincándole el diente a los fideos, los pocos que venían en el plato. “Uff, sí, no sabés, re divertido. ¿Pero sabés qué es más divertido? Mirar los Midachis. ¿A vos te gustan?” Se descoloca de nuevo. Me hace acordar a Roberto, que estaba todo descolocado. Mirá que maquillar a un tipo que no está derecho es bastante difícil, pero nuevamente hice magia. Manuel está incómodo, lo noto en el movimiento rápido de sus pestañas, con ese parpadear. Tiene un tic. Ya me di cuenta. Observo muy bien, siempre me lo elogiaron. Sobre todo Lucía. ¡Y pensar que hoy me tocó maquillarla a ella!
Lo mantengo entretenido mientras termino mi plato y pido el postre. Esta cita va a terminar mal, ya lo sé. ¿Para qué acepté? “¿Sabés qué estoy pensando?” me pregunta mientras estoy masticando el primer bocado del mil hojas. Confirmado: tiene el síndrome de Mirtha Legrand. Y el desgraciado ahora espera que le pregunte “¿qué?” como si me interesara su respuesta. No tengo el poder de leer mentes, obvio que no sé qué estás pensando. “Que se viene el cumpleaños de quince de mi hermanita y justo mi mamá estaba enloquecida para encontrar una maquilladora.” Pobre iluso, sigue pensando que mi trabajo es re divertido y social… Buen, tampoco se puede decir que no es así. “No me dedico a maquillaje social, como vos decís. No hago books de quince, ni de bodas. Che, esto está riquísimo. Quiero pedir uno para llevar.”
Manuel me mira y hace una mueca. “¿Por qué no te dedicás a eso?” “Porque son muy histéricas las quinceañeras, con el perdón de tu hermana que seguro es una histérica quinceañera hormonal pero muy tranquila y diferente de las demás. En una época eran fanáticas de Crepúsculo, ahora de Marama y Rombai que donde termina uno, empieza el otro y no sé cuál es cuál” Él tolera mi sinceridad. Éste puede llegar a ser de los buenos. “Okay, te entiendo por qué no con las quinceañeras. ¿Pero y las que se casan? ¿En qué te afecta trabajar con ellas?”
Retiro lo dicho. Le faltan jugadores. Mis neuronas se quieren suicidar en este momento. “¿Me estás jodiendo? No hay nada más histérico, obviando a las adolescentes de quince, que una mujer a punto de casarse. ¿Vos fuiste alguna vez a un casamiento?” Hago una pausa para que se dé cuenta de que no se trata de una pregunta retórica y que pueda contestar. “Sí.” “¿Y no les viste el rictus a las novias? El ojo que les titila a punto de estallar, los dientes tan apretados que si estuviesen mordiendo una soga de barco la cortarían, los granitos frescos que les brotaron de los nervios, horas antes de salir a escena y ahora están tapados por base.” “Claro, sos muy observadora por tu trabajo, es tu deformación profesional. Le prestás atención a los rostros.” Suma puntos. Está, en una escala del uno al diez, en neutro. “¿Y pero me vas a decir que no trabajás con gente, que siempre puede haber tenido un mal día?” “No. Todos mis clientes vienen del peor día de sus vidas pero son muy considerados. Nunca se quejan” “Dah, ¿y cómo los conseguís? No te creo. ¿Quiénes son?” “Las quinceañeras, las que se casan, los nenes que están en un cumpleaños, los padres que quieren hacerse un book esperando a un hijo: todos histéricos.
Pero las calaveras… Las calaveras no chillan.”
Lourdes María
Ramognino
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